Los visitantes (parte 1)

19.07.2013 12:07

Se puede afirmar sin temor a equivocarse que, de no haber sido por algunas personas a las que denominaremos 'visitantes' (pues eso es lo que fueron en un principio), las Islas Blasket no se habrían diferenciado demasiado de otras islas que jalonan la costa irlandesa. Estas personas, en mayor o menor medida, ayudaron a que la tradición oral de la Gran Blasket, sus costumbres, su historia, sus leyendas o sus biografías, quedasen plasmadas por escrito, legando a las generaciones futuras un mejor conocimiento de todo lo que rodeó a An Blascaod Mór.

 

La mayoría de ellos, estudiosos, lingüistas, profesores o eruditos, buscaban algo: sumergirse en un reducto tradicional, en gran parte inalterado, en donde se hablaba irlandés, el más puro en toda la isla de Irlanda, un idioma a punto de desaparecer tras siglos de ostracismo debido al uso mayoritario del inglés, considerada la lengua de las clases pudientes, educadas, cultas, el lenguaje de los negocios, de la educación, del futuro.

 

Aunque el primer visitante de reconocido prestigio en llegar a An Blascaod Mór fue John Millington Synge en 1905, se conservan breves registros de dos visitantes anteriores. La primera fue una tal Sra. D. P. Thomson, esposa de un clérigo protestante, que llegó a An Blascaod Mór en 1843. Según su punto de vista, que quedó reflejado años más tarde en un libro que publicó bajo el título Take Advantage, "es imposible describir la conmoción que sufrí al ser testigo de cómo la naturaleza humana se veía reducida a un estado salvaje entre los habitantes de la isla, estando como estaban a escasa distancia de la iluminación religiosa y la civilización." La Sra. Thomson describía cómo las mujeres y los niños se hacinaban en la escuela, masticando algas incesantemente, metiendo grandes cantidades en la boca con sus manos de un modo incivilizado y escupiéndolas sin ningún reparo. También describe una situación que otros visitantes experimentaron a su llegada a la Isla: "Tocaban mi vestido, me giraban para ver  todos y cada uno de los objetos que llevaba, reían admirados al ver mis zapatos y mis guantes, besaban y acariciaban mi vestido de seda." Todo resultaba nuevo para ellos y su forma de ser distaba mucho de las convenciones sociales de la época.

 

Años más tarde, en 1892, llegó a la Isla un americano educado en Harvard llamado Jeremiah Curtin, un lingüista en busca del folclore local. En sus escritos describió por primera vez el pueblo de An Blascaod Mór: "unas veinte cabañas con techos de paja, con unas cuerdas que sujetaban la paja y que eran sujetadas a su vez al suelo mediante piedras." Frente a cada casa, un montón de abono orgánico. Los animales compartían las cabañas con los habitantes por las noches. Curtin intentó recopilar mitos gaélicos, y le habían asegurado que en aquella Isla los encontraría sin ningún género de dudas. Sin embargo, pronto abandonó el lugar, viendo las respuestas de alguno de sus habitantes: "Me importa mucho más conseguir dinero para comprar una botella de whisky que todas esas viejas historias." Franqueza y respuestas directas. Gracias a su esposa, Alma Curtin, que lo acompañaba, se tiene la primera fotografía conocida de la Isla.