Peig Sayers (1873-1958)

16.07.2013 09:50

Su verdadero nombre era Máiréad Sayers y nació en Vicarstown, Dún Chaoin (condado de Kerry), siendo la hija menor de la familia. Adoptó el nombre Peig de su madre, llamada Margaret "Peig" Brosnan. Su padre, Tomás Sayers, era un reconocido cuentacuentos que legó muchas de sus historias a Peig, transmitiéndose siempre de forma oral.

A los 12 años dejó la escuela y comenzó a trabajar de sirvienta para la familia Curran de Dingle. Tras dos años con ellos, una enfermedad hizo que regresase al hogar materno. Tras recuperarse, volvió a trabajar como sirvienta y tenía pensado emigrar a América, siguiendo los pasos de muchos de sus coetáneos. Sin embargo, su amiga Cáit Boland que ya había emigrado y se había comprometido a enviarle el dinero para el viaje, sufrió un accidente y no pudo cumplir su promesa. Péig se casó con Págraid Ó Gaoithin, un pescador de la Isla Blasket, y se trasladó a su hogar en la Isla. Ambos tuvieron 11 hijos, de los cuales solo sobrevivieron 6.

Robin Flower, uno de los eruditos que acudía regularmente a Blasket, entabló amistad con ella y se vio sorprendido por su gran capacidad para contar historias. En la década de 1930, otra visitante habitual llamada Máire Ní Chinnéide sugirió a Péig que dictase su biografía a su hijo Micheál. Péig no sabía escribir. Su autobiografía se publicó en 1936.

Continuó residiendo en la Isla hasta 1942, año en que regresó a su lugar de nacimiento, Dún Chaoin. Debido a una enfermedad y a que se estaba quedando ciega, fue ingresada en el hospital de Dingle, donde falleció en 1958. Su cuerpo está enterrado en el cementerio nuevo de Dún Chaoin. Sus hijos, a excepción de Micheál, emigraron a América. Sus descendientes viven en la región de Springfield, Massachusetts.

Publicó dos libros: su autobiografía Peig y un libro que recopila muchos de sus recuerdos titulado An Old Woman's Reflections (Reflexiones de una anciana).

Así comienza su autobiografía:

Ahora soy una mujer anciana, con un pie en la tumba y el otro en su borde. He vivido buenos momentos y dificultades desde el día en que vine al mundo hasta este preciso día. Si hubiera sabido de antemano la mitad, o incluso la tercera parte, de lo que el futuro me tenía reservado, ni me mente ni mi espíritu habrían sido tan felices o tan decididos como eran al comienzo de mis días.

Peig, Talbot Press, 1983, p.13

Y este es un extracto de su obra Reflexiones de una Anciana:

¡Oh, Monte Eagle, imagen majestuosa y noble la que muestras hoy! No se aprecian en ti las huellas del tiempo pasado pues sigues igual de agradable a la vista. En mi época de mocedad no existía lugar alguno más brillante que tú, resplandeciendo bajo el sol. Te tenía a tiro de piedra y hoy, entre tú y yo, se encuentra el gran mar. Era frecuente que Kate Jim y yo recogiésemos turba en tu cima. En aquella época éramos como dos liebres. No nos imponía tu altura. Oh, y qué delicia para mi corazón el aroma de tu brezo. Solía coger un ramillete y atarlo a cualquier pliegue de mi vestido. Nunca me cansaba de percibir ese aroma perfumado. Pero ahora, desde que me alejé de ti solo percibo el aroma del mar. ¡Qué paz de espíritu contemplar tu cumbre sin niebla! Oh, rey todopoderoso, cuántos recuerdos despiertas en mi corazón. Y al mirarte, vuelvo a ser aquella niña pequeña que saltaba de matorral en matorral en busca de nidos, corriendo junto al río hasta Coman’s Head. Kate Jim vuelve a estar junto a mí, dos niñas que arrojan piedras al río mientras las aguas las hacen rebotar sobre la superficie. Un poco más arriba se encuentra el viejo William descansando, su pala clavada en la ciénaga mientras entona Cait Ni Dhuibhir. Un poco más arriba, se ve una nube de humo que se alza hacia el cielo: es la gente que corta turba mientras quema la colina alrededor. Y a nuestros pies se extienden los verdes campos de Dunquin, con sus gentes, sus caballos y sus arados rastrillándolos con esfuerzo y devoción.

Estamos sentadas junto a William y podemos contemplar el mar y la tierra. Sobre nosotras, el claro cielo de primavera, y todos los corazones abiertos de par en par, recibiendo a la suave y fresca primavera. William comienza a hablar:
“Dios bendito, ¡qué diamante es la juventud! Tiene por delante todo tipo de perspectivas. Las dificultades del mundo jamás la intimidan. Parece que nada puede controlarla, le gusta ser libre, sin ataduras, siempre. Pero con qué rapidez se aleja. Niñas, ¿me veis hoy? Hubo un tiempo en que yo también vivía sin preocupaciones como vosotras. Pero como le dijo la calavera al oficial: “Como tú estás hoy, yo también estuve; y como yo estoy yo, algún día tú estarás.” Vosotras también, si conseguís llegar.’

Aquel día la Juventud nos poseía, pero observad cómo se ha escapado, tal y como William dijo. Sigues erguido con noble porte pero estás lejos de mí y de Kate Jim y de las personas que cortaban la turba. Nos hemos separado, algunos aquí y algunos allí. Algunos ya en camino a la Verdad y a aquellos que aún no hemos emprendido dicho viaje, pocas fuerzas y alegrías nos quedan. Pero Dios es bondadoso y tiene una Madre bondadosa y nunca le falla a un corazón paciente.

An Old Woman's Reflections, Oxford University Press, 2000,  p.14-15

 

En la obra de Robin Flower The Western Island (La Isla Occidental), el capítulo 7 está dedicado a Péig Sayers. Este libro lo podéis descargar en formato pdf en castellano en el apartado DESCARGAS de esta misma web.