Naufragio del Middlesex (1861)

17.07.2013 16:53

La primera referencia a las Islas Blasket que he encontrado en los periódicos se remonta a una noticia publicada en el FREEMANS JOURNAL con fecha 27 de marzo de 1861. En ella se describe el hundimiento de la fragata Middlesex y de los avatares posteriores de sus ocupantes. En la parte final se hace referencia a la disposición de los habitantes de la Isla, así como a alguna que otra pillería, todo lo cual habla a las claras de la forma de ser de los habitantes de Blasket y de cómo se veían obligados en ocasiones a ganarse la vida.

Os dejo la traducción del artículo:

 

ADIÓS AL BARCO MIDDLESEX Y A CINCUENTA Y CINCO PERSONAS

 

Dingle, sábado noche.- Un barco que emitía señales de socorro fue remolcado hasta la Isla de Blasket. A consecuencia del estado del mar, no pudo establecerse comunicación con la isla para determinar la naturaleza del desastre ocurrido. Esta mañana se ha reestablecido la comunicación y paso a informarles los hechos de esta atroz calamidad. La partida de rescate acaba de llegar desde Blasket, a ocho millas, algunos completamente lisiados a causa de las penurias que hubieron de soportar durante cinco días y sus correspondientes noches, resistiendo las sacudidas del mar en su pequeño bote a cielo abierto en el Atlántico. Los hechos que he podido recabar de estos desgraciados hombres son los siguientes:

 

El Middlesex, de Nueva York, una fragata con capacidad de carga de 2000 toneladas, zarpó de Liverpool con rumbo a Nueva York el 18 de febrero, con una tripulación de veintiséis marineros con más de diez años de servicio, siete oficiales y treinta y cinco pasajeros - en total, sesenta y ocho almas - y un cargamento de carbón y embalajes. Cuando llevaban veintiún días en alta mar, durante una galerna, se escoró, y con la gavia completamente arrizada, se abrió una vía de agua, el cargamento se desplazó y fue lanzado contra las cabezas de los baos. Se lanzaron señales de socorro pero desafortunadamente no pasó cerca ningún barco durante los tres días que se mostraron dichas señales. Después el agua comenzó a entrar rápidamente y se emplearon todas las manos para bombearla durante tres días y tres noches. Se cortaron el mástil principal y el de mesana, pero de nada sirvió, pues el barco comenzó a hundirse. Cuando el capitán vio que no había ninguna posibilidad de salvarlo, pues el agua alcanzaba casi la cubierta principal, ordenó que lanzasen dos botes salvavidas por la borda pero por desgracia ambos estaban aplastados. Una vez que se hubo lanzado uno de los botes, entraron en él el cocinero y un marinero, pero el mar lo hizo zozobrar y lo volcó. El cocinero se agarró a la quilla hasta que los perdieron de vista - pues se había cortado la cuerda y el bote navegaba a la deriva a causa de la confusión que reinaba a bordo. Después se lanzó el bote más grande y, con grandes esfuerzos, el capitán y catorce hombres, incluyendo cuatro pasajeros, se metieron en él (uno de ellos, llamado Donovan, dio un salto de casi nueve metros, desde el barco hasta el bote y casi se rompe las extremidades), y abandonaron el barco alrededor de las cinco de la tarde del martes día 12 del mes corriente, viéndose obligados a dejar al resto de la tripulación y los pasajeros a su suerte.

 

Mientras embarcaban sucedió algo muy interesante. Un tipo bien parecido llamado Elford Thorpe, oriundo de Carlow, estaba cortejando a una muchacha escocesa, una pasajera. Iban a unirse en matrimonio en cuanto llegasen a Nueva York. Thorpe consiguió entrar en el bote salvavidas. La muchacha saltó intentando alcanzar el bote pero no lo consiguió, y cayó entre el barco y el bote y comenzó a hundirse. El desdichado Thorpe se lanzó al agua, se sumergió y la sacó a la superficie; pero al haberse cortado la cuerda, el bote navegaba a la deriva a sotavento y no pudieron recogerlos. La infeliz pareja falleció, uno en brazos del otro. Desde el martes 12 navegaron a merced del viento, que era muy fuerte, y bajo fuertes tormentas de granizo. En cierto momento, con olas altas como montañas, tuvieron que "dejarle hacer", es decir, atar todos los remos y todos los palos sueltos y lanzarlos por la borda y sujetarse con una cuerda, por razones de seguridad, para mantener el rumbo a favor del viento. Todos tuvieron que tumbarse en el fondo del bote y esperar.

 

El pasado sábado por la mañana divisaron las Islas Blasket, en la costa de Kerry. Según me informó uno de los habitantes de la Isla, el bote llegó desde alta mar, entre Tearacht y The Foze Rocks, y luego navegó hacia el sur por el Gran Estrecho. Si la tripulación hubiese estado familiarizada con la bahía, fácilmente podrían haber llegado a Dingle, Ventry o la Isla de Valentia; pero al acercarse a tierra, vieron una playa, y hacia ella se dirigieron. Si la hubiesen alcanzado habrían muerto con total seguridad, pues cuando sube la marea desaparece y detrás solo hay unos acantilados inaccesibles.

 

Cuando los habitantes de la Isla vieron que el bote iba directo a su destrucción, lanzaron una señal, botaron una barca y salieron en su auxilio. La desdichada tripulación estaba tan agotada que cuando les lanzaron una cuerda para remolcarlos desde la barca de la Isla, no pudieron ni siquiera agarrarla. Cuatro de los habitantes de la Isla se subieron al bote y con gran esfuerzo consiguieron llegar a un sitio seguro para desembarcar. A su llegada tuvieron que llevarles un cubo de agua a las pobres hambrientas y sedientas criaturas, aunque dos de los pasajeros fallecieron como consecuencia de pura extenuación. Uno de ellos, siento decirlo, era oriundo de Kerry, de apellido Quin, nacido en Killarney, y el otro un hombre de Escocia.

 

Los supervivientes fueron trasladados a las casas de la Isla y, con los escasísimos recursos propios del lugar, fueron tratados de modo inmejorable. Alojaron a los que pudieron en cada casa, siempre según los recursos de cada familia. El capitán y la tripulación expresan con efusión su agradecimiento por la amabilidad y el trato tan hospitalario que recibieron de manos de los habitantes de la Isla.

 

Me entristece, sin embargo, tener que añadir un pero: les robaron algunas pertenencias. A su llegada desde la Isla a Dingle, fueron recibidos por el Teniente Hawkey, R.N. y por el Sr. William Collier, Receptor de los Derechos y Gratificaciones del Almirantazgo. En el curso de los próximos días serán enviados a Tralee y, en tren, a Cork. Los magistrados locales se esforzaran para descubrir y castigar los robos que he mencionado.

 

He procurado recoger los nombres de los supervivientes, que son los siguientes: Harmer B. Parmedee, capitán, oriundo de Nueva York; Charles Bowlings, primer oficial, íd.; Thomas Morton, segundo oficial, Liverpool; James Hanlon, tercer oficial, Boston; Richard Williams, contramaestre, Nueva Orleans; Samuel Deen, carpintero, Nueva York (oriundo de Kinsale, condado de Cork); William Beverland, marino, Londonderry, Irlanda; Daniel Donovan, marino, Nueva York (oriundo de Queenstown, -actualmente Cobh, condado de Cork-); Alexander O'Hara, marino, Dublín; John Winn, marino, Liverpool; y el sobrecargo, un francés. Pasajeros supervivientes: George Porter y John Murphy, de Liverpool. Pasajeros enterrados en la Isla de Blasket: Quin, de Killarney y un hombre de Escocia.